Institución de los Premios Excelencia Sine Dolore World Park
La institución de premios o galardones es una práctica extensa y ampliamente implantada en todo tipo de organismos, entidades y asociaciones. También lo es por la gran aplicación que el fenómeno demuestra sobre el múltiple abanico de las actividades sociales y humanas, así públicas como privadas. Nos es dado encontrar, pues, premios locales, regionales, nacionales o internacionales, con la voluntad de producir un efecto de reconocimiento público en favor de las tareas propias de la condición humana: el deporte, la literatura, las artes plásticas, el periodismo, la medicina, la cooperación, la cinematografía, la política, la empresa, etcétera, etcétera.
De hecho, la misma Sine Dolore Foundation —y antes, su antecedente de la Asociación Sine Dolore— es un ejemplo de disposición a desplegar fórmulas que comuniquen estos principios relacionados con el reconocimiento y los honores que merecen, así las actividades humanas, como las personas individuales o entidades específicamente consideradas.
Antecedentes.—
El movimiento asociativo que denominamos Sine Dolore ya participa activamente en una serie de galardones que han nacido impulsados por el mismo Sine Dolore. Son los siguientes:
1.- Premios Padre Vicente Macián (con un galardón absoluto y dos accésit).
2.- Premios Dr. Luis Aliaga (también con un galardón y dos accésit) 3.- Los Premios Excellence Awards Dr. Mateu Orfila y Dr. Fernando Rubió.
Ahora bien: la trayectoria de implantación y de penetración social de la actividad distintiva de Sine Dolore —singularmente, desde su conversión legal en Fundación— aconseja hoy una «reordenación» de su política de premios. Sobre todo, porque el calendario de Sine Dolore ha comenzado a experimentar una significativa expansión a partir del proyecto que llamamos Sine Dolore World Park. Este hecho, ahora mismo, abre nuevas expectativas de dinamismo que aspiran a ir más allá de la estricta semana Sine Dolore correspondiente a los primeros días del mes de mayo de cada año. Actualmente, la Fundación ya ha resuelto la creación de un nuevo encuentro entre médicos, autoridades, pacientes y familiares —de carácter popular y, si fuese posible, numeroso socialmente—, fijado para los meses de octubre.
A partir de un esquema de evento marcado por la convocatoria de una cita abierta a la ciudadanía para compartir una velada solidaria de médicos, pacientes con dolor crónico, familiares, grupos sociales, etcétera, ahora se presenta una propuesta de nueva formulación de dicha política de premios y reconocimientos públicos.
Es así que se ha considerado adecuado proceder según dos criterios generales, a saber:
Primero: Mantener en la semana Sine Dolore del mes de mayo el otorgamiento de los premios Padre Vicente Macián y Dr. Luis Aliaga, según las bases y los jurados que los regulan desde hace años.
Segundo: Desplazar a la velada social del mes de octubre los Excellence Awards, pero marcados por una formulación renovada.
Para esa formulación, los Excellence Awards quedarán circunscritos a los campos de la salud, la medicina, el dolor, la farmacología y, en general, a todas las ramas de lo que modernamente conocemos como ciencias de la salud i el asistencial.
Una entidad como Sine Dolore, dedicada a la salud, la medicina, el dolor, la calidad de vida y la solidaridad humana, parece acertado que quiera ceñirse a los ámbitos que le son propios, en cuanto a la definición y consolidación de galardones.
Así considerada la idea, Sine Dolore ha resuelto la institución de nuevos galardones, para ser otorgados anualmente en el curso del encuentro de los meses de octubre.
En relación a esta propuesta, nos hemos marcado los siguientes requisitos:
Primero: Instituir cinco premios Sine Dolore anuales, más uno de Especial (anual o de cualquier otra periodicidad, a libre elección).
Segundo: Dar un nombre de conjunto y, a la vez, un nombre específico para cada uno de los cinco galardones.
Tercero: Mantener el criterio general como premios Excellence Awards.
Cuarto: Que, por lo menos, dos de los premios mantengan las denominaciones ya consolidadas, y que llamamos Premio Dr. Mateu Orfila y Premio Dr. Fernando Rubió, dedicados, sin cambios, a cubrir las áreas que ya les son propias: la comunicación social y la concienciación y el desarrollo en el campo del dolor.
Quinto: Que los otros tres premios sean dedicados a los tres ámbitos siguientes:
• Para reconocer a personas o entidades jurídicas relacionadas con las profesiones asistenciales en el dolor: la medicina y
todas sus especialidades, la enfermería, la innovación en el dolor, etc.
Para reconocer a personas o entidades jurídicas relacionadas con la farmacología y con la calidad de vida.
Para reconocer a persones o entidades dedicadas a la solidaridad social y al bienestar contra el dolor.
Sexto: Definimos otro premio de carácter especial, capaz de abrir el círculo de las personas y entidades galardonadas en cualquier campo de la actividad humana, pero que mantengan un punto de conexión con la idea de la calidad de vida y el bienestar social. A la vez, el premio especial será adecuado para reconocer la obra de una biografía completa así de personas individuales como de entidades, si fuere necesario.
Séptimo: Hemos optado por escoger nombres propios para cada uno de los premios nuevos que aquí se consideran, aplicando un criterio de género. En particular, nos anima poder consagrar nombres de mujeres menorquinas de la historia que, encontrándose hoy poco o nada reconocidas, han hecho importantes aportaciones profesionales en las campos de las ciencias de la salud; o que son ejemplos y modelos de mujeres pioneras merecedoras de ver su nombre socialmente perpetuado.
Nombre genérico de los premios de nueva creación:
PREMIOS EXCELENCIA
SINE DOLORE WORLD PARK
Premio Dr. Fernando Rubió i Tudurí Excelencia Sine Dolore a la Concienciacion Social y Desarrollo en el campo del dolor.
El Dr. Fernando Rubió i Tudurí (Barcelona, 18 de octubre de 1900 – Maó, 26 de abril de 1994) fue un farmacéutico y químico menorquín, hijo del ingeniero militar Marià Rubió i Bellver y hermano del arquitecto Nicolau Maria Rubió i Tudurí y del político Marià Rubió i Tudurí.
Estudió farmacia y química en la Universidad de Barcelona y entre el 1919 y en 1922 amplió estudios en el Instituto Pasteur de París, donde tuvo de profesor Albert Calmette. En 1924 fundó en Barcelona Laboratorios Andrómaco, de la que fundó sucursales en Sudamérica y Francia, y con el dinero compró la finca de Mongofre Nou, sede actual de la Fundación Rubió – Andrómaca.
En 1946 se estableció en Menorca, donde en 1947 financia la restauración del órgano de la Iglesia de Santa María (Maó), y así comienza una fructífera labor de mecenazgos: creación de los Premios Menorca (1951-1960), la Capella Davídica de Ciutadella o la Enciclopedia de Menorca. Fue presidente de Honor del Ateneo de Mahón. En 1988 recibió la Cruz de Sant Jordi.
Premio Dr. Mateu Orfila i Rotger de Excelencia Sine Dolore a la Comunicacion
Mateu Josep Bonaventura Orfila i Rotger, conocido igualmente como Mateo Orfila y Mathieu Orfila (Mahón, Islas Baleares, 24 de abril de 1787 – París, Francia, 12 de marzo de 1853) fue un científico español llamado “padre de la toxicología” científica.
Nació en Mahón, capital de Menorca, un 24 de abril de 1787, en el seno de una familia de comerciantes de origen campesino con ingresos suficientes para asegurar una buena educación para sus hijos. Orfila pudo aprovechar el ambiente cosmopolita de Menorca para aprender lenguas modernas y ciencias durante sus primeros años de formación. Con tan solo catorce años comenzó a impartir lecciones de matemáticas que, a su vez, debía aprender a través de los pocos libros de estas ciencias que podía leer en esos años. Y tras un intento fallido de seguir la carrera de marino como pretendía su padre, optó por estudiar Medicina y contactó con un profesor de origen alemán, Carl Ernst Cook, del que recibió clases de “matemáticas elementales”, “física casi experimental”, “lógica” y “un poco de historia natural”.
No siendo posible estudiar Medicina en Menorca, Orfila viajó a Valencia en septiembre de 1804 para asistir a las clases impartidas en la Facultad de Medicina. Ante las carencias educativas que encontró, decidió aprender química por sí mismo a través de las obras de los principales autores franceses y de pequeñas experiencias que realizaba en su casa con la ayuda de algunos aficionados a esta ciencia, como Juan Sánchez Cisneros, un militar ilustrado que había estudiado en París y que realizó numerosos trabajos relacionados con la mineralogía, la química y la agronomía desde la Sociedad Económica de Amigos del País de Valencia. Orfila pudo adquirir así una extraordinaria formación en química que le permitió deslumbrar a sus compañeros y profesores durante un concurso público celebrado en junio de 1805.
Al no encontrar el ambiente intelectual necesario para sus estudios, envió a su padre varias cartas durante el verano de 1805 en las que describía muy negativamente la enseñanza de la Medicina en Valencia; su propósito era que le permitiera continuar sus estudios en Barcelona. A principios de 1807, tras un informe favorable de Francisco Carbonell, la Real Junta de Comercio de Barcelona le otorgó una beca (o pensión, según la lengua de la época) para que viajara a Madrid y después a París a continuar los estudios de Química y Mineralogía durante cuatro años, con el fin de que tras su regreso se hiciera cargo de una segunda cátedra de química en Barcelona. Orfila se sumó así a la larga lista de pensionados españoles que viajaron a Francia para estudiar química durante el último tercio del siglo XVIII y los primeros años del siglo XIX.
Lápida de Orfila en París
Al mismo tiempo que seguía sus estudios en la Facultad de Medicina de París, Orfila organizó cursos de química y de otras ciencias naturales que lo hicieron famoso y le permitieron obtener ingresos suficientes para rechazar las ofertas de regreso a España que le fueron formuladas por el gobierno de Fernando VII. Adquirió también gran fama como cantante en los salones de París.
Entre 1814 y 1817 aparecieron sus dos principales obras: Traité des Poisons (“Tratado sobre los venenos”) y Eléments de chimie médicale (“Elementos de química médica”) que le reportaron un gran reconocimiento entre la comunidad científica francesa. En 1819, fue nombrado profesor de la Facultad de Medicina, iniciando así un imparable ascenso que le conduciría a ocupar los más altos cargos de la Medicina francesa en los años de la monarquía orleanista entre 1830 y 1848.
Orfila introdujo numerosos cambios en la Facultad. Propuso la construcción de pabellones de disección en 1832. Creó el Museo de anatomía patológica (Museo Dupuytren) en 1835, y luego donó 60.000 francos para crear un museo de anatomía comparada abierto en 1845 (actual Museo Orfila). En 1832 fue nombrado miembro del Consejo general de los hospicios. Al año siguiente se convirtió en Presidente de la Asociación de prevención de médicos que había fundado. El 14 de febrero de 1834 es también nombrado miembro del Consejo Real de Instrucción Pública. A fines de 1834 es elegido miembro del consejo municipal y del Consejo del Sena. Además lo nombraron también en 1834 caballero de la Legión de Honor.
Participó en asuntos judiciales célebres como el de Mercier o el de Marie Lafarge. En este último fue ridiculizado por François Vincent Raspail, apóstol de la medicina libre que propugnaba una nueva medicación más accesible a las clases populares. Orfila representaba la medicina oficial y diplomada, a diferencia de Raspail, perseguido años más tarde por ejercicio ilegal de esta profesión. Raspail fue condenado a quince francos pero ya no continuó sus consultas gratuitas.
Orfila amaba el dominó y tomó parte con otras personalidades en el Círculo de jugadores de dominó creado hacia 1838 por el escultor Jean-Pierre Dantan. Era además miembro de la Sociedad académica de los hijos de Apolo fundada en París en 1740.
Además de Decano de la Facultad de Medicina de París y miembro del Consejo Real de Instrucción Pública, lo fue también de numerosas academias científicas francesas y extranjeras. Por otra parte, participó activamente en la fundación y desarrollo de dos importantes revistas científicas de la época en que publicó gran número de trabajos relacionados con la toxicología: el Journal de Chimie Médicale, de Pharmacie et de Toxicologie y los Annales d’Hygiène Publique et de Médecine Légale. Sus obras fueron reeditadas en numerosas ocasiones y traducidas a las principales lenguas europeas. Todo ello, junto con su participación como perito en numerosos casos judiciales de envenenamiento, transformó a Orfila en uno de los médicos más famosos de su época.
Falleció en París el 12 de marzo de 1853.
Premio Hermanas María y Catalina Llabrés de Excelencia Sine Dolore a las Especialidades Asistenciales contra el Dolor.
Ambas profesionales, María y Catalina Llabrés, fueron mujeres sanitarias (médico y farmacéutica, respectivamente), que ejercieron en la isla de Menorca, con carácter de pioneras.
La primera de ellas, María Llabrés Piris (1904-1996), obtuvo el título de médico en 1925. Fue la segunda titulada en las Islas Baleares, después de la mallorquina Margarita Segura Segura, del año 1915. No obstante, cabe precisar que la señora Segura nunca llegó a ejercer la Medicina con plaza oficial. De hecho, nunca cursó alta en el Colegio de Médicos de las Baleares, y se limitó a practicar una medicina privada entre familiares y amigos, nada más. En cambio, la menorquina sí entró en el Colegio. La primera mujer que se colegió en Baleares, en efecto, fue nuestra doctora de Menorca, en enero de 1931 con el número 456. Desde entonces, el crecimiento de mujeres en ese organismo colegial ha sido muy lento, ya que, hasta el año 1970, donde el número de colegiados alcanzaba los 1300, sólo catorce eran féminas en nuestras islas. Como aseguró hace apenas dos meses la presidenta del Colegio de Baleares, la Dra. Manuela García Romero, «ellas, las mujeres, lo tuvieron mucho más difícil, nos abrieron camino, y tuvieron que salvar numerosos obstáculos».
La doctora Llabrés nació en Ciutadella de Menorca en agosto de 1904. Hija de un pequeño empresario de calzado, a los 13 años se trasladó a Mahón para cursar los estudios de secundaria en el Instituto General y Técnico de esa ciudad. Una vez finalizada la
etapa de instituto, tuvo que escoger entre quedarse en Menorca, quizá trabajando en la empresa familiar, o viajar a Barcelona para estudiar una carrera superior. Animada por su padre, persuadido éste de la opción como estudiante universitaria, optó por matricularse en una carrera universitaria, como ya había hecho antes su hermana Catalina. En este momento biográfico de la familia Llabrés, el padre decidió vender el negocio de calzado de Ciutadella y trasladar el residencia familiar a la capital catalana.
En 1926, la joven menorquina recibió el soñado título universitario como licenciada en Medicina, con dos premios extraordinarios que añadir a su currículum. Fue así cómo se convirtió en la primera mujer médico de la historia de Menorca. Cuatro años más tarde, obtuvo una plaza (1930) como médico tocóloga de la Beneficencia Municipal de Palma, donde comenzó a desarrollar la que acabaría siendo su especialidad: la maternología y la tocología.
Se casó con Severiano Arregui Olalquiaga, empresario marítimo. Debido a la profesión de su marido, el matrimonio cambió de residencia varias veces, y esto hizo que la doctora Llabrés dejara de trabajar durante un tiempo. Finalmente, la pareja se instaló en Cazalla de la Sierra (Sevilla), pero entonces estalló la Guerra Civil. Puesto que el marido se presentó voluntario para ir al frente, la joven María decidió volver a ejercer su profesión para garantizar así la subsistencia familiar. El 28 de diciembre de 1936, durante la batalla de Lopera, la doctora Llabrés enviudó, y fue entonces cuando resolvió el regreso a su Menorca natal. Más tarde, hubo de mudar a Cataluña su lugar de residencia, para asumir, en 1942, el cargo de maternóloga del Servicio Provincial de Higiene Infantil de Girona. Finalmente, volvió de nuevo a la isla como tocóloga del Estado y directora del Hospital Municipal de Es Cós, en Mahón. Cuando, en 1956, fue inaugurado el hospital público Virgen de Monte Toro, se hizo cargo del servicio de ginecología y obstetricia.
En 1991 el Colegio Oficial de Médicos de las Islas Baleares rindió homenaje a su brillante carrera profesional, concediéndole la medalla de honor al cumplirse las bodas de oro de colegiada.
Por su lado, Catalina Llabrés Piris (1901-1953) se graduó en Farmacia en 1925. Una vez terminados los estudios primarios, se matriculó de la segunda enseñanza, que finalizó en 1919, con unos resultados académicos que le afianzaron el camino hacia la Universidad. Se matriculó en Barcelona, y, al cumplir, 25 años, el 22 de agosto de 1925, recibió el título de licenciada en Farmacia. Era la primera mujer menorquina que lo conseguía.
En 1926, compró un despacho farmacéutico en Ciutadella. Lo adquirió de manos de su colega Gabriel Martí Bella. Ejerció, pues, su profesión como propietaria de una farmacia (la Farmacia Llabrés) situada en la calle Josep Maria Quadrado número 15, de su ciudad natal, la popular calle Ses Voltes.
Diez años después de haber obtenido el título, el 1 de enero de 1935 se inscribía en el registro del Colegio Oficial de Farmacéuticos de las Islas Baleares. Le correspondió el 246 como número regional de colegiada.
Catalina se casó con Ramón Balada Matamoros, con quien tuvo un hijo, Juan Ignacio Balada Llabrés, quien el año 1985 heredó el inmueble de la farmacia en la calle de Ses Voltes. Hoy, conservándose en él el antiguo estilo modernista, constituye para Menorca un patrimonio que ha pasado a manos de la Fundación Hesperia (2010), de la Casa Real Española, por vía testamentaria, que es la entidad administradora de los bienes que legó Juan Ignacio Balada al fallecer.
Catalina Llabrés Piris formó parte de las primeras generaciones de mujeres con titulación universitaria en Menorca y en el conjunto de las Islas Baleares. Su nombre aparece en los libros de historia como
el de una estimable pionera, en la línea que, con ella, habían de marcar Antonia Cañellas Vicens, María Gil Puig, Francisca A. Ramis Vidal, María Riera Gabriel o Antonia Ferrer Pérez, quien también llegó a licenciarse, como Catalina, en Farmacia.
El 1 de noviembre de 2008, el Consell de Govern del Consell Insular de Menorca aprobaba la declaración de Bien Catalogado a favor de la Farmacia Llabrés, figurando inscrita desde entonces en el Catálogo Insular de Patrimonio Histórico. Hoy Hesperia está realizando unas obras de restauración integral del inmueble.
Premio Carmen Puntas Comella de Excelencia Sine Dolore a la Farmacología y la Calidad de Vida.
Carmen Puntas Comella, catalana de nacimiento (Granollers, 1917), es otra de nuestras farmacéuticas superiores pioneras de la isla de Menorca. Su vínculo insular se debe al hecho de haber contraído matrimonio con el médico ginecólogo Dr. Mateu Seguí Mercadal (1916-2000), de Mahón. Ambos científicos profesionales de la salud se conocieron en Cataluña, en un mitin de la Comunión Tradicionalista, ya que Manuel Puntas, padre de Carmen, era miembro destacado de esa formación. La boda se celebró en 1944, y fruto del matrimonio nació una descendencia de diez hijos entre 1947 y 1961, dos de los cuales morirán muy jóvenes víctimas de sendos accidentes (Mateo en 1971 y Nelo en 1977). Mientras Mateo Seguí ejerció la medicina hasta su jubilación y actuó como jefe del servicio de ginecología, Carmen Puntas trabajó hasta su muerte (26 de marzo de 1976) como jefa del Servicio de Análisis Clínicos en el antiguo hospital Virgen de Monte Toro, la entonces llamada Residencia Sanitaria, de la capital menorquina, donde también estaba destinado el Dr. Seguí, su esposo. Tanto el uno como la otra creyeron firmemente en los beneficios de la medicina pública. Fue
así que ambos se integraron desde el primer día en el Servicio Nacional de Salud de la época. Carmen Puntas, incluso, creyó conveniente clausurar su pequeño laboratorio de análisis, de carácter domiciliario, y apostar de lleno por concentrar su trabajo en la consolidación de los laboratorios clínicos del hospital.
Premio Sor Enriqueta de Excelencia Sine Dolore a la Solidaridad y al bienestar contra el Dolor.
Este es un premio que quiere ser un tributo de reconocimiento a la obra extraordinaria de una monja Hija de la Caridad, que ha sido una auténtica pionera de la asistencia social en Mahón y en Menorca.
Sor Enriqueta Garriga Gil (Mahón, 1926) es una religiosa de vida consagrada a la orden de las Hijas de la Caridad. Ha dedicado toda su actividad y toda su fe a la enfermería y a la asistencia social. Dedicada de lleno al servicio a los demás, ha sido una pionera en cuanto al establecimiento de los servicios sociales en la ciudad de Mahón y en Menorca; en particular, por la creación de los programas municipales de ayuda domiciliaria. Su biografía es un ejemplo extraordinario para paliar el dolor humano, y para aportar calidad de vida en favor de aquellas personas marcadas por los sufrimientos y las necesidades más básicas.
Sor Enriqueta ha sido galardonada con el Premio Ramón Llull de la Comunidad Autónoma de las Islas Baleares (edición de 2010).
Se ha dedicado en cuerpo y alma a la atención a los desfavorecidos: primero, en Cáritas Diocesana; y después, en el Ayuntamiento de Mahón. Su sentido de la vida se ha consagrado a su fe religiosa y a la entrega a los pobres, desde su incorporación en 1951 a la congregación religiosa que fundar San Vicente de Paúl.
Después de formarse y permanecer tres meses de prueba en el Hospital Militar de Madrid, sor Enriqueta pasó al seminario y desde allí, a centros hospitalarios de Navarra, Valencia y Alicante. Durante tres décadas, la religiosa trabajó en el laboratorio, asistió en quirófanos, fue supervisora de enfermeras, organizó cursos de formación para el personal de alguno de los hospitales, rechazó un puesto de adjunta a la Dirección en La Fe de Valencia y acabó formándose como asistenta social.
Por motivos familiares, en 1981 fue destinada a Menorca, donde el sacerdote Xisco Huguet, entonces rector de la parroquia de San Francisco en Mahón, la llamó para ayudar en la Casa de Acogida, hasta que pasó a servir en un recién inaugurado Ambulatorio de la misma ciudad de Mahón. Todo ello lo hizo compatible con la Secretaría del Colegio San José, con su trabajo como asistenta social en AMUR y en Cáritas Diocesana.
Inesperadamente para ella, el concejal de Mahón, Josep Costa, en los años ochenta, le comentó que estaban considerando la contratación de una asistenta social. Ella, entonces, le contestó que no le importaría verse a sí misma elegida para poner en marcha el servicio. Al poco tiempo, sor Enriqueta fue, en efecto, llamada. Por fin —se dijo—, serviría a los pobres realmente, lo que siempre había querido. La religiosa inició entonces una época apasionante, en la que puso en marcha servicios de atención domiciliaria y conoció muchas realidades humanas muy duras, marcadas por infinidad de formas de padecimiento y de dolor, de exclusión y de carencias . «Doy gracias a Dios, porque en Mahón he colmado todas mis aspiraciones sirviendo a los pobres", asegura ella, como resumen de una vida de asistencia al prójimo.